El término viene de Bluma Zeigárnik que fue una psicóloga rusa de principios del siglo XX que hizo un estudio muy curioso a raíz de una experiencia que tuvo:

Un día estando en un restaurante, le llamó mucho la atención que el camarero pudiera recordar mejor los pedidos que no habían sido pagados. Sin embargo, después de que hubieran sido pagados, el camarero, ya no pudo recordar más detalles de los pedidos.

Su curiosidad por esto la llevó a realizar experimentos con grupos de varios cientos de personas a los que puso a hacer una serie de tareas: manuales, físicas… varias cosas.  Y, de vez en cuando, les interrumpía para mandarles otra tarea distinta, en muchos casos, sin dejarles acabar.

Al final del estudio, descubrió que la gente no recordaba las tareas que había finalizado, pero SÍ recordaba las tareas que no había hecho, las que había dejado a medias. 

Igual que el camarero, que recordaba mejor los pedidos sin pagar que los pagados.

El informe sobre su investigación fue publicado en 1927, en la revista Psychological Research.

A raíz de este descubrimiento se llegó a la conclusión de que a nuestro cerebro no le gusta dejar las cosas sin terminar, por eso, las guarda ahí, como algo pendiente por hacer. 

Y cuando ese algo se hace, lo borra para dejar espacio a nuevas cosas inconclusas.

¿Y qué tiene que ver esto con la escritura? 

Pues mucho, porque este fue el precedente del llamado cliffhanger.

Puedes leer AQUÍ el artículo del cliffhanger

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